sábado, 26 de mayo de 2007

*
Anoche fui a mi primera milonga
Queer

La primera que se realiza en Malmö. No puedo negar que mientras bailaba con una de las organizadoras pensé que bailabamos un tango histórico. No se si más adelante podré publicar las fotos – necesito la autorización de los que en ellas aparecen para hacerlas públicas – pero por ahora muestro esta.

Esta soy yo: Carlitos Fabian Redonde Rivas
*
La camisa y la corbata las tomé prestadas – sin su conocimiento, para no tener que darle explicaciones – del armario de un amigo.
La chaqueta es mia, mi Boss de toda la vida...

El sombrero también es mio. Mi Bollman de hace casi 20 años... Dudo que alguna vez olvide las dificultades que tuve para conseguirlo.
*

Con ella
*

*Con Charlotte Rivero de Tangoverkstan
*
Con él
*
Fue en Roma. Faltando pocos días para regresar
a casa después de mi primera visita a esa ciudad cuando pasé por casualidad por una sombrería para caballeros. Lo vi en la vitrina y le pedí a mi acompañante que entraramos a comprarlo, supe inmediatamente que me lo quería traer a casa. El dueño de la sombrería, un italiano muy bien parecido, al ver que era yo quien se lo probaba, trató de explicarnos en varias medias lenguas que estabamos equivocados, que él no vendía sombreros para damas. Nosotros no le prestamos mucha antención a sus explicaciones y le manifestamos nuestra intención de comprarlo.
No nos lo permitió.
Dejamos la tienda con las manos vacias y comentando la cara de rechazo total que mostró el italiano frente a mi intención de vestir un sombrero para caballero. Nosotros, algo divertidos por el incidente tan único en nuestras vidas decidimos no hacernos mayor problema y volver al día siguiente. Después de todo, estábamos de vacaciones y teníamos tiempo.
Así lo hicimos y al entrar a la tienda la tarde siguiente, entendimos que a pesar del tono cordial de su saludo, no eramos bienvenidos de corazón...
Ese segundo día fue como el primero. Se negó a vendérmelo e insistió que se lo probara mi acompañante porque después de todo, era él quien debía llevarlo. Hubo momentos en que fue hasta algo violento. Teniendo yo puesto el sombrero, lo tomó del ala y lo sarandeó en mi cabeza para demostrarme que me quedaba demasiado grande a pesar de ser el número más pequeño que había para caballeros. Yo, sin perder la paciencia de santa a la que puedo recurrir a veces, le expliqué que eso no sería problema, que lo podía afirmar con mi pelo al recogerlo en un moño.
Todo fue en vano...
Al tercer día lo hizo. Llegamos a la tienda verdaderamente a última hora y algo molestos por lo que ese día, a pocas horas del despegue del avión, empezábamos a considerar una pérdida de tiempo.
Nos la quiso hacer dificil y se negó también a recibir la tarjeta Visa. Afortunadamente llevabamos millones en los bolsillos. En ese entonces un litro de leche costaba cientos de miles de Liras...
Al bajar los peldaños que me separaban de la vereda miré hacia la tienda y lo último que vi del señor de los sombreros fue su mano empuñada a travéz del vidrio – llena de ira, amenazante, vengativa, vibraba como si hubiese estado espetada en la punta de un cuchillo.

viernes, 11 de mayo de 2007

En El Reino de los Cielos...


Cerca de las 11 de la noche – cuando sólo faltaba una hora para que la milonga cerrara – pasé por el local y desde la puerta estudié a los que bailaban. Quería saber quienes estaban allí para decidirme por quedarme o irme a casa a descansar. Había tenido un día agotador aunque maravilloso...

Estaba por irme cuando lo vi sentado, charlando con una chica que se cambiaba los zapatos - los de tango los guardaba en esa bolsita característica... Estaba por irse.


Crucé la habitación y saludando con un gesto para no interrumpir la animada charla que sostenian, me senté al lado de él. Ambos me sonrieron a modo de saludo.

La chica que estaba sentada a mi derecha estaba con ganas de jugar y me preguntó si me acordaba cómo era el “juego aquel con las manos empuñadas que jugábamos cuando éramos pequeñas en la escuela”. La quedé mirando, sorprendida y le dije: “Querida, tú y yo no hemos sido pequeñas en la misma época, amén de que mis años e
scolares yo los viví en Chile donde tal vez jugábamos otros juegos”. Ella también me quedó mirando sorprendida.
No puedo negar que me resulta alentador que una chica – a la cual doblo en edad – no sienta nuestra deferencia de edad como una barrera a la hora de los juegos...

Por mi izquierda sentí que alguién se me acurrucaba cariñosamente a la vez que oia un femenino“¡Buenas noches, nos vemos mañana!” que se desplazaba hacia la puerta de salida. .

¿Bailamos? Al ponerse de pié abrió sus brazos – ofreciéndose - de esa forma neutral que lo hace el que lleva y se deja llevar, pero con la calidéz típica de él. El es suave, pero lo que tiene para entregar lo entrega con convicción. Quise que llevara él e hice bién. Hacía mucho que no bailabamos y fue un gran placer sentir su manera de llevar, dejarme llevar... El lleva con una enorme energia y sólo con eso. ¡Y claro, para qué más!
**
Con su plexus solar me llevó hasta El Reino de los Cielos.
*
Mi rostro feliz...
*